El verano se hacía demasiado caliente para estar encerrada, por lo que aproveché de escaparme luego de la misa para caminar un poco bajo los árboles.
No llevaba siquiera un mes en Verona, por lo que el cambio aún calaba hondo en mí. Por mi excesiva timidez, aún no he visitado a mis conocidos... Ni siquiera les he escrito cartas para avisar que estoy de vuelta.
Pensé varias veces ir a la Mansión Capuleto, pero mi padre me lo ha prohibido. Me dice que me deprimiré al ver ese lugar tan hermoso vacío y triste ahora. Mi pobre prima, ¿en qué condiciones estará? Mi padre dice que bien, pero para él todo está siempre bien...